viernes, 21 de mayo de 2010

TORNADO

PD: Gracias a Alicia por la palabra.

Puede que un día todo se pare. Que la tierra decida no moverse más. Que el sol deje de calentar o que lo haga con mucha intensidad. Que un tornado arrase con árboles, casas, coches, personas. Con la vida. Con la de cada uno de nosotros. Que nos colemos por ese embudo mortífero y no respiremos más. Acabando así con ilusiones, miedos, propósitos, promesas. Con nuestra existencia. Rompiendo el reloj, el tiempo. Obligándonos a terminar todo aquello que un día empezamos. Sin darnos la oportunidad de empezar lo que siempre deseamos. Un ¡chás! y el corazón se pararía. Al igual que cerramos una caja de música cuando no queremos escuchar más. O cerramos un libro si nos entra sueño. Pero no terminamos con lo que ya existe. No se puede borrar del pasado lo que ya tenemos, lo que hemos sentido, vivido. Por eso, si mi corazón se para. Si dejo de respirar, mi amor por ti seguirá. Porque no solo existe lo que está en el presente, sino cada uno de los instantes en los que mi corazón ha palpitado por ti. En los que he reído pensando en ti. En los que he sido feliz gracias a ti.

martes, 18 de mayo de 2010

PEQUEÑA.

-¿Cuándo celebramos tu cumpleaños?
-¿Para qué?¿No quiero regalos?
-Solo uno.
-Pasar todo el tiempo que pueda contigo y olvidarme de lo demás.
-Lo tendrás.
-Y, ¿después? Soy demasiado pequeña como para andar sola, pienso demasiado en ti como para no distraerme.
-Yo cuidaré de ti. Estoy contigo, ¿no lo notas?
-Noto como mi corazón se acelera, como mis ojos se humedecen y como vuelvo a sentir esa necesidad de tenerte.
-Cierra los ojos.
-Ya.
-Te estoy abrazando. Mis manos te acarician. No tienes que tener miedo.
- Te quiero muchísimo, no me dejes nunca.
- Ya sabes que nunca lo haré. Te amo.

jueves, 13 de mayo de 2010

OLIVA.

NOTA: Gracias a Iara por la palabra ;)

¿Alguna vez has necesitado desconectar de todo? Tumbarte en el césped o en la arena, cerrar los ojos y relajarte. Sin reloj. Sin prisas. Sin saber el día, el momento, la época en la que vives. Yo sí, y por eso estoy aquí. Bajo un olivo, apoyando mi cabeza sobre una improvisada almohada hecha con mi chaqueta. Descalza. Sintiendo un cosquilleo producido por la hierba. Natural. Verde. Brillante. En su justa medida todo y que ningún jardinero ha llegado hasta aquí. El sol no quema, no molesta. Cubre todo mi cuerpo, dándole un tono más dorado. El pelo parece más castaño. Las manos están relajadas. Respiro profundamente. Soltando el aire poco a poco. Una brisa me acompaña de vez en cuando, dándome un pequeño capricho. Regalándome un bienestar necesario. No tengo nada en mi cabeza. En mi mente. Solo disfruto. Apenas me muevo. Una oliva cae cerca del ombligo, casi se introduce en él. Como si el olivo tuviese ganas de jugar. Y la cojo y la ruedo por mi piel. Por los brazos, por la tripa, por el pecho. Despacio. Suavemente. Apreciando cada instante. Hasta que se pone el sol y decide quitarme este momento. Y me guardo la oliva, simple y pequeña, como recuerdo de unas horas en las que la naturaleza me ha regalado, sin pedir nada a cambio, una tarde de felicidad y relax indescriptible.

miércoles, 5 de mayo de 2010

MIEL.

Ocho de la tarde. Estás a punto de llegar y espero ansiosa escuchar el ruido de las llaves cinco segundos antes de que abras la puerta. Que me encuentres tras ella y me abraces fuerte, demostrándome que nunca me dejarás. He comprado miel. Dulce. Viscosa. Y que puede dar tanto juego...como aquella vez en la que te preparaba un café con ella. La dejaba caer, despacio, observando como resbalaba de la cuchara y se hundía en un mundo oscuro. Concentrándose en el fondo de la taza. Me manché los dedos al hacerlo. Te miré provocativa y me metí uno de ellos a la boca. Suavemente. Saboreando ese pequeño placer, buscando otro que aún me gusta más. Te acercaste a mí. Tú también querías probarla. Cogiste un poco y la pusiste justo debajo de mi boca. Tus ojos claros no dejaban de mirarme. Acercaste tu boca a la mía y con la lengua quitaste la miel. Nos desnudábamos entre dulces y sugerentes besos. Nos untamos de miel. Nos chupábamos. Nos saboreábamos mutuamente. Disfrutábamos de cada movimiento, de cada acción. Dejándonos poseer por los cinco sentidos. Placer goloso. Éxtasis deseado, compartido. Sexo. Sexo contigo. ¿Que más puedo decir si lo único que me importa es que seas tú? Que seas tú el que me hace sentir deseada. Sentirme tuya. Sentirte a ti dentro de mí. Unirnos para siempre. Disfrutar juntos. Del    sexo o de la vida. Junto a ti, es lo único que me importa. ¿Qué más puedo decir?

martes, 4 de mayo de 2010

PLAYA.

Paseábamos por la playa, de la mano. Estaba nerviosa e ilusionada. Había mucha gente, era verano y no había forma mejor de deshacerse por unos instantes de la calor. Me besabas. Te besaba. Nos mirábamos y nos regalábamos palabras sinceras. El sol nos iluminaba, hacía que tus ojos brillasen de una forma preciosa. Te acariciaba las manos mientras los últimos rastros de ola nos mojaban los pies. Uf, estaba muy feliz. Lo estábamos los dos. Nos reíamos, nos mirábamos cómplices, disfrutando de cada momento, cada pequeño gesto. Me compraste una de esas pulseras que según dicen son del amor sabiendo que no por eso nos vamos a querer más, pero era tan bonita y tú tan perfecto que pensaste que en mi muñeca estaba su sitio. Y pasamos el tiempo así, paseando. Hasta que llegamos al hotel. ¿Estábamos preparados? Tú decías que no era el momento, yo insistía. Los dos queríamos, los dos lo deseábamos. Y te tumbaste en la cama. Yo te levanté la camiseta, te miraba a los ojos. Dejé mi cuerpo sobre el tuyo. Te besaba, me movía. Despacio. Cada vez menos, cada vez más deprisa. No dejaba de mirarte. De preguntarte con mis ojos que es lo que debía de hacer. Te besaba el cuello, los labios, tu pecho. Nos teníamos ganas y tú me enseñaste, me demostraste, me ayudaste a descubrir otra forma de querernos.

lunes, 3 de mayo de 2010

SALA.

Sabía que estaba soñando. No me preguntes el por qué pero lo sabía. Incluso tenía esa sensación de que en cualquier momento sonaría la alarma del móvil anunciando que debo vivir la realidad. Y no una triste realidad. Estaba en una sala enorme. ¿Te lo imaginas? No creo, era mucho más grande de lo que yo misma recuerdo. A los lados había estanterías llenas de libros parecidos a los tomos de enciclopedias. Aunque había de todo. Desde libros finísimos que se perdían y se descolocaban fácilmente hasta unos más grandes que toda la enciclopedia junta. Era una sala iluminada. El suelo estaba brillante y cambiaba de color al compás de cada estantería. Estaba sola pero sabía qué era lo que tenía que hacer allí. Todos esos volúmenes recogían la vida de todas y cada una de las personas que nacieron en la tierra. ¿Cuántos billones de libros habría? ¿Apostamos? Yo era una privilegiada por estar ahí. Cuántas cosas podía descubrir. ¿Qué crees que hice? Busqué tu libro y el mío. Nuestras vidas. Pero no para curiosear. Los libros estaban ordenados alfabéticamente, y no fue para nada tarea fácil encontrarlos. Además, el tiempo pasaba y me despertaría en cualquier instante. En cada momento pensaba en lo que te quería y en lo que me gustaría disfrutar de ese sitio contigo. Grandes personajes de la historia tenían su vida metida en unas cuantas páginas. Miles tal vez. Pero unas cuantas si las comparamos con todas. Tu libro y el mío aún no estaban terminados y tenían muchas hojas en blanco. Algo me sorprendío. ¿Adivinas el qué? En tu libro, a partir del tres de noviembre de dos mil ocho las letras se iban desvaneciendo hasta estar las páginas vacias. Nada de tu vida. Sin embargo, en el mío aparecía la tuya. Las dos juntas en mi libro, ¿Por qué? ¿De verdad no lo sabes? Amor, sí que lo sabes. Ahora mi vida eres tú.

sábado, 1 de mayo de 2010

TEXTO.

A veces me apetece escribir, recordarte una vez más que estoy enamorada de ti. Cojo un papel, un bolígrafo y pienso en la primera palabra. Me quedo en blanco. No sé que poner, por donde empezar. Qué repetir y en qué ser original. Y dibujo corazones y garabatos por los márgenes. Muerdo el boli, doy golpecitos a la mesa con él. Suspiro. Enredo mechones de pelo entre mis dedos. Pienso en ti. Cierro los ojos. Otro suspiro. No estoy forzandome a escribir. Tengo la cabeza llena de pensamientos y el corazón lleno de sentimientos. Vuelvo a cerrar los ojos. Una lágrima cae. Te imagino junto a mi, apartando mi pelo y besandome el cuello. Susurrandome palabras que me animan, que me emocionan. Y pongo las primeras letras, entre lágrimas. Entre melancolía y felicidad. Escribo para ti. Por ti. Cada letra de cada palabra de cada texto. Mi otra forma de demostrarte lo que siento, lo que pienso. Pequeños regalos encerrados en hojas. En internet. En mi. Y que quiero entregarte para que nunca olvides todo lo que te quiero. Todo lo que nunca dejaré de sentir, de decir. Porque lo eres todo y te mereces más. Mucho más. Por eso siempre te regalaré mis sentimientos entre palabras.

Valoración del minitexto