domingo, 31 de enero de 2010

CENICERO.

bres el cenicero del coche y lo utilizas como una improvisada papelera para los envoltorios de dos chicles sabor melocotón. El número veintiuno del famoso ranquin de la radio nos acompaña como banda sonora del momento. Por la ventanilla se observan vidas heterogéneas dirigiéndose a alguna parte y vagabundos que en la calle encuentra su único sitio. Te giras, me observas a mí. Se te escapa una sonrisilla y yo pienso en lo que se te pasa por la cabeza mientras sigo atenta a la carretera. Me apetece besarte y ansío un semáforo en rojo pero tú, ansioso también de un beso, te adelantas con uno en la mejilla. Los dos sabemos que nos apetece algo más, tu mano es un claro ejemplo. Recorre mis piernas e incluso se atreve a meterse entre mi falda. Por un instante olvido que estoy al volante y me dejo llevar. Notas como se va humedeciendo mi ropa interior. Nos tenemos ganas. Tantas que pararía el coche aquí mismo, rodeados de casas, farolas, peatones y ruido. Pero no, no podemos. Los dos lo sabemos y me vuelves a besar. Lo haces intuitivamente, como perdonándome algo en lo que no hay culpables. Nuestro deseo continuo es la razón y nada más. Nos encanta saborearnos, llenarnos el uno del otro y fundirnos en una única cosa a la que, sin ninguna duda, la llamaría amor. Durante un rato nos quedamos callados. El silencio habla. Habla de todo aquello que ya hemos dicho antes. Pero yo me atrevo a romperlo con un claro y conciso te quiero. Te pilla de improviso. Ya lo sabías, centenares de miles de repeticiones han dado sus frutos. Pero no te lo esperabas, tenías la mirada perdida en la carretera. Ni siquiera escuchas la canción que tantas otras veces has canturreado. Y cuando procesas lo que te he dicho, me vuelves a mirar y confirmo lo que ya sabía y lo que me encanta confirmar. Que tu también a mí, aunque un poquito menos. Sí, menos. Aunque sabemos que no. Que nos amamos en la misma medida. Con las mismas ganas, con los mismos deseos e ilusiones. Nos amamos. Más. Y nunca menos. Cada día crece, desde el primer día del primer año. El año donde empezó todo. Donde apostamos y arriesgamos. El año en el que ganamos el mejor regalo de todos. Nuestro amor. Y no sólo seguimos disfrutando de él, si no que cada día, lo mejoramos para que nos dure toda una vida. Nuestra ansiada, soñada y deseada vida juntos.

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